

Él y sus colaboradores estudiaban el escenario del crimen, examinaban pistas entrevistaban a testigos y sospechosos. Pero no fue sino hasta los siglos XVI, XVII y XVIII cuando, a partir de esa serie de descubrimientos científicos, la ciencia forense experimento un importante desarrollo, sobre todo luego de que en 1590 Zeth Jansen inventara el microscopio compuesto. Con dos o tres lentes se conseguía multiplicar diez veces la imagen, lo que permitió examinar objetos con mucha más precisión, en comparación con las antiguas lupas. Fue más fácil encontrar una huella dactilar y compararla con otras halladas en el mismo escenario del crimen.
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